Tras
pasar una semana sin episodio de Kabaneri, el tren reaparece (nunca
mejor dicho) entregándonos ayer una esperada nueva emisión. Tengo
la mañana de este viernes libre, así que es buen momento para
redactar. Vamos directamente con el comentario de este tercer
episodio:
Recordemos
cómo terminó el episodio 2, en el que Mumei desvelaba que ella e
Ikoma no eran Kabane, sino Kabaneri, seres mitad humanos mitad
Kabane. No por ello Kurusu y los guardias piensan que son inofensivos
y por ello se disponen a acabar con ellos. No obstante, la princesa
Ayame pide calma, y les justifica por el hecho de que ambos salvaron
a todos los que se encuentran en el Koutetsujou. La actitud de Mumei
ante la situación es despreocupada, mientras que Ikoma estaría por
la labor de abandonar el vehículo para evitar riesgos mayores. No
obstante, Mumei es quién decide las cosas y promete que los dos se
quedarán en un vagón con la condición de no salir hasta llegar al
Kongokaku, trato que es aceptado. Una vez están dentro, Mumei
comienza a entrenar a Ikoma, ya que su idea es convertirlo en su
“escudo” y en su forma actual no parece estar capacitado. Más
tarde, ella detecta la presencia de un Kabane dentro del tren, y al
salir todos vuelven a desconfiar creyendo que sus objetivos son
otros. No obstante, de nuevo llega Ayame para evitar que Kurusu se
tome la justicia por su mano. En mitad del revuelo, aparece uno de
los mecánicos del tren indicando que el tanque de agua está roto y
deben parar para repararlo.
Una
vez se encuentran fuera del tren, realizan sus rezos aquellos que
perdieron a sus familiares o seres queridos por culpa de los Kabane,
mientras otros se encargan de revisar los problemas del vehículo.
Mumei e Ikoma siguen en el vagón aislado, y toma lugar una
conversación en la que Ikoma revela cómo perdió exactamente a su
hermana años atrás, motivo por el cuál lucha con esa decisión
contra los Kabane (acertado el tema melancólico de fondo, por
cierto). A Mumei no le extraña, ya que considera común el hecho de
perder a la gente querida de esa forma. Mientras, los hombres que
quieren perder de vista a los Kabaneri urden un plan durante el
funeral, pero son descubiertos por Ayame. Con todo, ella parece
contribuir, pero Mumei descubre fácilmente sus planes. Ikoma pide
que no les haga daño, pero el objetivo de Mumei es otro. El Kabane
que percibió anteriormente está en el exterior, entre los pasajeros
del Koutetsujou, así que no duda en acabar con la criatura de un
sólo ataque, para sorpresa de la amiga de Ikoma (la que está con
los niños y reparte comida) que previamente le había suministrado
más comida de la preestablecida, ya que se trataba de una mujer
embarazada. El problema es que Mumei comienza a tener hambre. Hambre
de sangre. Finalmente tenemos a Ayame probando a Ikoma, en un acto
audaz e inteligente que sirve como muestra efectiva para descubrir
las posibles supuestas intenciones de Ikoma. Esto sirve para alejar a
los desconfiados, pero posteriormente Ikoma se desmaya. Cuándo
despierta, sus ojos toman otra tonalidad y se abalanza sobre Ayame.
Cliffhanger time.
Esta
recta final concentró el interés tanto en la situación de Mumei
con la gente como en la de Ikoma con Ayame. Surgen varias preguntas
ahora. ¿Por qué Mumei necesita sangre, y no le sirve con alimentos
normales y corrientes? ¿Quizás le suministra la energía necesaria
para sobrevivir como lo que es? ¿O solo es una broma? Y lo más
importante, ¿por qué no avisó a Ikoma de que él podría sufrir
las mismas consecuencias? ¿Ayame se convertirá en Kabaneri, o habrá
una clásica intervención que evite esto? Sí, las incógnitas
fuertes surgen al final, pero a lo largo de los veinte minutos, nos
incitan a reflexionar sobre varias cosas. Mumei e Ikoma son
personajes muy explorables e interesantes. Me gustaría que sigan
tratando indirectamente la relación entre ambos, y que sigamos
obteniendo puntos paralelos de cada uno, de cómo se adaptan a las
circunstancias, cómo les afecta en determinados aspectos su
característica y cómo actúan consecuentemente en su entorno.
Mumei
tiene más potencial actualmente y está más experimentada que
Ikoma. La naturalidad con la que la exposición nos llega a través
de su diálogo es más que agradable, y esto la convierte en un buen
medio de comunicación para el espectador. Quizás de otro modo, el
intento de explicar conceptos se sentiría más forzado. Por otro
lado, sabemos que Mumei es un Kabaneri, pero un halo de misterio aún
la rodea. Su personalidad esconde algo más de lo que tenemos visto
ahora, estoy seguro. Pero por ahora, me contenta haber observado sus
distintas facetas, incluso la habilidad que muestra para interactuar
con los niños pequeños. Ikoma no tiene el carisma de Mumei, pero
creo que en términos generales, está bien. Es un Eren perfeccionado
y menos plano. Deseo ver cuáles son los efectos que le causa
exactamente su identidad de Kabaneri. Y alguien que merece una
mención esta semana es Ayame, que demostró que su papel no se
limita a encarnar la típica personalidad inútil e incompetente con
su movimiento para probar a Ikoma. Buen trabajo con ello, sirvió
para hacer que no odiase su personaje.
En
fin, un episodio menos intenso que el anterior, pero que no le tiene
tanto que envidiar, ya que el nivel de calidad se mantuvo sin ningún
bache. Bien es cierto que no fue pertinente volcarse tanto como en el
segundo, pero el caso, Wit nos sigue entregando una producción
sobresaliente en términos artísticos. El desarrollo en sí repitió
llegando a buen puerto, pero, ¿quizás esta serie tendría un futuro
mejor asegurado con el doble de episodios? Sea como sea, sigue siendo
una atracción cuya recepción no deja de ser positiva, pues hace las
cosas bien y trata con progresivo éxito de reconvertirse en una obra
más libre y apartada de las comparaciones, a pesar de que estas no
vayan a dejar de existir. Ganas de descubrir cómo se torna el
panorama el próximo jueves.
Esto
es todo por ahora. ¿Qué opináis de este tercer episodio de
Kabaneri? Dejad vuestras impresiones al respecto y nos leemos pronto.
¡Saludos!
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